La presencia de un cuerpo, la visión de una cara, la caricia
de una mano, el recuerdo de una voz..., son experiencias en las que todo
nuestro cuerpo participa. En este proceso que describíamos en el relato,
interviene de modo casi inconsciente todo el cuerpo, desde la vista, el córtex
cerebral, el sistema límbico, el lóbulo frontal, el sistema nervioso central,
el sistema nervioso periférico, etc., etc. Aunque el protagonista de nuestro
relato haya experimentado muchas sensaciones en su cuerpo, solo será plenamente
consciente de esas sensaciones cuando preste atención al lenguaje de su propio
cuerpo.
En la actividad sexual, sucede lo mismo. También intervienen
un sinnúmero de mecanismos de nuestro cuerpo que participan de forma conjunta,
interactuando para producir las situaciones y los medios necesarios para
satisfacer mucho más que el instinto sexual de la reproducción. Nuestro cuerpo
no es sólo una maravillosa obra de ingeniería orgánica, es también cultura, es
también una dimensión social. Es todo ello, sin que podamos separar lo uno de
lo otro, salvo con fines puramente analíticos o expositivos.
Generalmente, en la educación sexual y en el aprendizaje por
la experiencia, se habla mucho de los órganos genitales y las partes erógenas
del cuerpo para explicar cómo responde nuestro organismo en situaciones
eróticas. Casi siempre se olvida explicar que el cerebro -con funciones
complejas como percibir, pensar, memorizar, relacionar, recordar, elaborar
sentimientos, etc. y sus órganos especializados- junto con el resto del sistema
nervioso, son los grandes responsables del 90% de nuestro comportamiento, de
nuestro desarrollo erógeno, de nuestra capacidad para el placer, de la adecuada
respuesta sexual y del sentimiento de satisfacción o insatisfacción.
Tomar conciencia de todo nuestro cuerpo, no desestimar ni un
solo rincón de él como fuente de gratificación, nos llevará a una vivencia del
placer mucho más rica, más amplia, más intensa, menos rutinaria y más compleja.
Todo el cuerpo puede participar de las sensaciones que producen
una caricia, un beso, un abrazo o una mirada. Cualquier parte de nuestra piel
(cara, parte interior de nuestros brazos, muslos, pies, etc.) o de nuestros
miembros (orejas, cuello, vientre, muslos, espalda, etc.) puede ser objeto de estimulo
y provocar reacciones placenteras en nuestro sistema nervioso.
Concebir el cuerpo como un reducido grupo de órganos
genitales y zonas erógenas concretas es limitar mucho el amplio abanico de
placer que podemos obtener al "utilizar" todo nuestro cuerpo. Cierto
es que los órganos genitales y algunas zonas concretas, como el pecho de las
mujeres, son especialmente sensibles y están dotados de numerosas terminaciones
nerviosas para producir una intensidad de placer muy alto. Sin embargo, no es
menos cierto que el resto de nuestro cuerpo, también está dotado de
terminaciones nerviosas, sensibles al contacto con una mano, unos labios, el
roce de otra piel, el cabello de nuestro/a acompañante, etc.
En la medida en que adoptemos una actitud de relajación; de
disposición abierta al goce; a la experimentación; a la búsqueda de esos
rincones desconocidos; al juego de descubrir nuevos placeres, nuevas formas de
aportar el placer y nuevas zonas de percibirlo; descubriremos que nuestro
cuerpo es un ancho y vasto mapa erógeno, sin límites, sin zonas insensibles.
Descubriremos que nuestro cuerpo, todos sus órganos: desde el propio cerebro,
hasta el codo y el dedo meñique, pueden ser objeto de nuestra caricia y nuestro
placer. No olvidemos que un componente importante de la sensación de placer es psicológico.
La sensación de ser atendidos, de ser plenamente aceptados en toda nuestra
extensión, es en si misma un gran placer que podemos experimentar cuando nos
dan un masaje, por ejemplo.
Nuestro cuerpo y el cuerpo de nuestra pareja, todo en su
conjunto puede ser un vasto territorio a explorar. Una actitud paciente, que se
recrea en cada paso que se da, en cada nueva postura que se practica, en cada
nuevo beso que se disfruta... es la mejor fórmula para la satisfacción. Ir
descubriendo poco a poco, ir inventando, creando e incorporando nuevas formas
de obtener y dar placer es en sí mismo un ejercicio placentero.
Por más que en las páginas que se escriben sobre sexualidad,
se detallen o recreen, posturas, prácticas, zonas erógenas, etc., el factor más
importante y definitivo a la hora de dar y obtener placer es la actitud
curiosa, abierta, paciente, desinhibida, tolerante y generosa. Con esos
ingredientes se tiene un 80% de posibilidades de obtener el éxito y la
satisfacción. El otro 20% se debe a una correcta información sobre nuestro
cuerpo y sus funciones.
Para muchas personas, hombres y mujeres el cuerpo es un gran
desconocido al que prestan sólo una atención puntual, superficial, práctica y
funcional. Para disfrutar del placer en todas sus vertientes y con toda la
intensidad necesitamos conocer nuestro cuerpo y el cuerpo de nuestra pareja. La
anatomía genital es una parte del cuerpo que conviene conocer muy bien, al
igual que el resto. Es bueno recordar que no hay un solo lugar
"prohibido", que todo nuestro cuerpo se merece el mismo interés,
dedicación, placer y atención.
En el apartado de Genitales femeninos y masculinos nos
referimos con más detalle a la anatomía genital. No obstante, hay otros órganos
que participan en la respuesta sexual muy activamente y de forma determinante.
El cerebro: Es el órgano sexual más importante de las
personas, hombres y mujeres. Sus funciones cognitivas, perceptivas, emocionales
y psicológicas van a determinar la experiencia, el modo de reaccionar, el tipo
de respuesta sexual, la interpretación de las situaciones, la actitud, las
sensaciones de placer, satisfacción, temor, bienestar, insatisfacción, etc. Es
el cerebro el órgano que rige absolutamente todos nuestros actos voluntarios, y
muchos de los involuntarios. En el caso de la sexualidad, y más concretamente
de la respuesta sexual, es un factor determinante.
Glándula Pituitaria: La pituitaria anterior es una glándula
liberadora de hormonas. Se encuentra en la base del hipotálamo. Con la
liberación de hormonas que son dirigidas a testículos y ovarios, estas hormonas
les indican cuando producir andrógenos, estrógenos y progestinas.
Contrariamente a lo que todo el mundo cree, los ovarios y testículos liberan
las mismas hormonas. La testosterona es el andrógeno más común, el estradiol el
estrógeno más común y la progesterona es de las progestinas, la más común.
La diferencia fundamental entre la función endocrina entre
hombres y mujeres es que las mujeres tienen unos niveles de hormonas gonadales
que atraviesan un ciclo que se repite aproximadamente cada 28 días, controlando
el ciclo menstrual. Sin embargo, los hombres tienen un sistema neuroendocrino
muy regular y sin ciclos.
© Dolores Salinas 2004
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