Muchas personas creemos que tenemos suficiente conocimiento
sobre un tema porque hemos accedido a algunas fuentes de información y en
nuestro medio habitual de relación con los demás no se ha puesto de manifiesto
ninguna carencia. Sin embargo, es probable que en otro ambiente, con otras
personas, nuestra información se quedara anticuada o fuera limitada o incluso
errónea conforme a nuevos datos, perspectivas y hallazgos en un campo concreto.
Esto es así en casi todos los campos, aunque en menor medida
en aquellos en los que somos especialistas que generalmente tienen mucho que
ver con nuestra profesión o nuestros intereses personales muy desarrollados. No
obstante, incluso en éstos últimos, siempre habrá personas que estén más al día
de nuevas teorías o nuevas conclusiones o nuevos sistemas, etc., a cuya
información no hemos accedido por falta de tiempo, por falta de herramientas o
de medios.
Por supuesto que el no estar al tanto de todo, no impide que
ejerzamos nuestra profesión o nuestra actividad de ocio con una relativa y
responsable actitud y dedicación, pero en la medida en que esté a nuestro
alcance hemos de considerar que la actualización y ampliación del conocimiento
es una responsabilidad personal para estar en mejores condiciones de ejercer.
Además, la información por sí misma no nos coloca en
posición de conocer más. El conocimiento es un proceso un poco más complejo que
requiere de la actividad de relacionar distintos datos de esa información, de
forma coherente y correcta. En el terreno de la sexualidad sucede otro tanto de
lo mismo.
Yo puedo tener información sobre los tipos de enfermedades
de transmisión sexual, pero no conocer qué son, cómo se producen, cómo afectan
al individuo, cómo conviene reaccionar ante ellas, etc. Es decir, no tendré
cubierto ese área de conocimiento, aunque disponga de cierta información.
Por más que tenga información sobre las distintas posturas,
las distintas vías por las que una mujer llega al orgasmo, la existencia del
punto "G", de qué partes está integrado el pene, etc., es probable
que no tenga un correcto conocimiento sobre la sexualidad. Es probable que no
sepa cómo reacciona el organismo ante un estímulo externo o una imagen creada
en mi mente; es posible que no sepa qué elementos no orgánicos ni biológicos
interactúan cuando siento deseo de gratificación sexual...
Generalmente, la creencia de que lo sabemos todo, hace que
padezcamos más nuestra ignorancia. A veces, aunque seamos conscientes de que
ignoramos algo, nos da vergüenza preguntar o hablar de ciertos temas, otras
veces nos da pereza buscar las fuentes de información y realizar la actividad
de pensar y relacionar. En ocasiones no sabemos cómo hacerlo.
Para conocer, es necesario actuar desde el desconocimiento.
Para ampliar el conocimiento, es necesario actuar desde la búsqueda y el
interés por la profundización en los fenómenos que acontecen en nuestro
entorno, en nosotros mismos.
Conocer a los demás, supone una fuente riquísima de placer,
de seguridad cuando actuamos, de tranquilidad cuando algo no funciona, de
mejora de la autoestima, de facilidad para las relaciones, de entender nuestros
mecanismos de reacción, de comprender situaciones complejas o difíciles y poder
resolverlas.
© Dolores Salinas 2004
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