La percepción es la actividad de tomar conciencia y dar
significado al mundo que nos rodea. Es un proceso mental en respuesta a los
estímulos externos con los que entra en contacto nuestro cuerpo por medio de
los sentidos (vista, tacto, oído, olfato y gusto). Los estímulos (la luz, el
viento, el ruido, un beso, una caricia) activan las sensaciones (impulsos
nerviosos) que llegan a nuestro cerebro conteniendo una información (calor,
roce, presión, humedad...) El acto de dar significado a esos estímulos tiene
lugar cuando se integran en el cerebro al relacionarse con otros procesos
mentales como la atención, la memoria y la imaginación (la concentración en ese
estímulo, el recuerdo de otro beso, la especulación sobre el significado...)
La atención, la memoria y la imaginación, son actividades
psicológicas necesarias para poder completar el proceso de percepción, es
decir, para conseguir identificar y comprender el estímulo exterior.
Por medio
de la atención nos centramos en un estímulo concreto y lo comparamos con otros
de vivencias anteriores, por medio de la memoria, para poder identificarlo, o bien tratamos de deducir su
significado por medio de la imaginación.
Una vez que la percepción ha completado su proceso,
asimilamos la información y ésta a su vez actúa sobre nuestra actitud
psicológica y emocional, haciendo que respondamos en función de la disposición
física y psicológica que se haya generado (positiva, negativa, activa, pasiva,
etc.).
En las relaciones sexuales, en la generación y obtención del
placer y la satisfacción, el proceso de percepción, la capacidad y habilidad
para percibir adquieren incluso mayor importancia que en otras actividades en
las que interactuamos con el exterior.
Si por algún motivo hemos bloqueado nuestra perceptibilidad
nos resultará difícil identificar correctamente determinados estímulos y por lo
tanto responder a ellos con la disposición psicológica y física adecuada.
Por ejemplo, si debido a una situación de miedo a ser
descubiertos o interrumpidos, nuestra atención está más centrada en lo que
sucede al otro lado de la habitación donde nos hallamos que en la propia
situación, estaremos bloqueando el proceso de percepción, y aunque nuestros
sentidos funcionen correctamente enviando los estímulos al cerebro, éste no los
integrara y no asimilaremos esa información. Por lo que no estaremos
respondiendo al estímulo sexual o erótico de un beso, una caricia o una
estimulación de nuestro clítoris, sino que responderemos al estímulo emocional
del miedo, y probablemente inhibiremos nuestra respuesta sexual sin poder
mantener una erección, sin relajarnos y generar flujo o eyaculando sin control.
Este tipo de situaciones es muy habitual, hay muchos
estímulos externos, e incluso psicológicos, que pueden comprometer nuestra
atención, desviándola hacia ellos, dificultando o impidiendo que nos
"centremos" en la situación de placer. El miedo al error, el temor al
fracaso, también son estímulos que actúan desde nosotros mismos, como
catalizadores de nuestra atención.
La anticipación del fracaso es uno de los enemigos más
generalizados y poderosos de la percepción porque bloquea el estado de
relajación, concentración y atención adecuados y necesarios para que la
percepción se realice de una forma correcta. No se trata sólo de que la ansiedad
producida por el temor inhiba la respuesta del sistema nervioso autónomo, sino
que antes de que esa situación tenga lugar, nuestra percepción ya está
trabajando bajo mínimos, debido a esa desviación de la atención. En definitiva
estamos produciendo un cortocircuito.
Hay muchas personas cuyo grado de percepción está bloqueado
parcialmente y aunque eso no les impide disfrutar en parte de su sexualidad,
sin embargo, les dificulta alcanzar una satisfacción plena. Estas personas
pueden experimentar deseo sexual, pueden excitarse y disfrutar de una relación
de coito o de una masturbación, sin embargo, en un momento determinado, la
ausencia de "concentración", es decir, la baja atención hacia los
estímulos eróticos, quizá incluso la dispersión mental hacia pensamientos
ajenos a la situación sexual, e incluso negativos, tristes o depresivos, hacen
que la respuesta sexual se bloquee o se realice de forma descontrolada.
El desconocimiento de este proceso y no saber las causas,
puede incrementar el problema, ya que se incorpora una sensación de malestar,
de frustración y de fracaso que se incorporará a la siguiente relación e
incluso antes, anticipando esa dificultad y haciendo que atendamos más a
nuestros propios pensamientos sobre el posible fracaso que a la situación en
si.
Incluso, si el grado de percepción es suficiente como para
tener una respuesta sexual normal, el desarrollo de nuestra habilidad de
percepción puede mejorar muchisimo nuestra capacidad para el placer y nuestra
sensación de satisfacción.
© Dolores Salinas 2004
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