martes, 7 de agosto de 2012

La Percepción


La percepción es la actividad de tomar conciencia y dar significado al mundo que nos rodea. Es un proceso mental en respuesta a los estímulos externos con los que entra en contacto nuestro cuerpo por medio de los sentidos (vista, tacto, oído, olfato y gusto). Los estímulos (la luz, el viento, el ruido, un beso, una caricia) activan las sensaciones (impulsos nerviosos) que llegan a nuestro cerebro conteniendo una información (calor, roce, presión, humedad...) El acto de dar significado a esos estímulos tiene lugar cuando se integran en el cerebro al relacionarse con otros procesos mentales como la atención, la memoria y la imaginación (la concentración en ese estímulo, el recuerdo de otro beso, la especulación sobre el significado...)

La atención, la memoria y la imaginación, son actividades psicológicas necesarias para poder completar el proceso de percepción, es decir, para conseguir identificar y comprender el estímulo exterior.
Por medio de la atención nos centramos en un estímulo concreto y lo comparamos con otros de vivencias anteriores, por medio de la memoria, para poder  identificarlo, o bien tratamos de deducir su significado por medio de la imaginación.

Una vez que la percepción ha completado su proceso, asimilamos la información y ésta a su vez actúa sobre nuestra actitud psicológica y emocional, haciendo que respondamos en función de la disposición física y psicológica que se haya generado (positiva, negativa, activa, pasiva, etc.).

En las relaciones sexuales, en la generación y obtención del placer y la satisfacción, el proceso de percepción, la capacidad y habilidad para percibir adquieren incluso mayor importancia que en otras actividades en las que interactuamos con el exterior.

Si por algún motivo hemos bloqueado nuestra perceptibilidad nos resultará difícil identificar correctamente determinados estímulos y por lo tanto responder a ellos con la disposición psicológica y física adecuada.

Por ejemplo, si debido a una situación de miedo a ser descubiertos o interrumpidos, nuestra atención está más centrada en lo que sucede al otro lado de la habitación donde nos hallamos que en la propia situación, estaremos bloqueando el proceso de percepción, y aunque nuestros sentidos funcionen correctamente enviando los estímulos al cerebro, éste no los integrara y no asimilaremos esa información. Por lo que no estaremos respondiendo al estímulo sexual o erótico de un beso, una caricia o una estimulación de nuestro clítoris, sino que responderemos al estímulo emocional del miedo, y probablemente inhibiremos nuestra respuesta sexual sin poder mantener una erección, sin relajarnos y generar flujo o eyaculando sin control.

Este tipo de situaciones es muy habitual, hay muchos estímulos externos, e incluso psicológicos, que pueden comprometer nuestra atención, desviándola hacia ellos, dificultando o impidiendo que nos "centremos" en la situación de placer. El miedo al error, el temor al fracaso, también son estímulos que actúan desde nosotros mismos, como catalizadores de nuestra atención.

La anticipación del fracaso es uno de los enemigos más generalizados y poderosos de la percepción porque bloquea el estado de relajación, concentración y atención adecuados y necesarios para que la percepción se realice de una forma correcta. No se trata sólo de que la ansiedad producida por el temor inhiba la respuesta del sistema nervioso autónomo, sino que antes de que esa situación tenga lugar, nuestra percepción ya está trabajando bajo mínimos, debido a esa desviación de la atención. En definitiva estamos produciendo un cortocircuito.

Hay muchas personas cuyo grado de percepción está bloqueado parcialmente y aunque eso no les impide disfrutar en parte de su sexualidad, sin embargo, les dificulta alcanzar una satisfacción plena. Estas personas pueden experimentar deseo sexual, pueden excitarse y disfrutar de una relación de coito o de una masturbación, sin embargo, en un momento determinado, la ausencia de "concentración", es decir, la baja atención hacia los estímulos eróticos, quizá incluso la dispersión mental hacia pensamientos ajenos a la situación sexual, e incluso negativos, tristes o depresivos, hacen que la respuesta sexual se bloquee o se realice de forma descontrolada.

El desconocimiento de este proceso y no saber las causas, puede incrementar el problema, ya que se incorpora una sensación de malestar, de frustración y de fracaso que se incorporará a la siguiente relación e incluso antes, anticipando esa dificultad y haciendo que atendamos más a nuestros propios pensamientos sobre el posible fracaso que a la situación en si.

Incluso, si el grado de percepción es suficiente como para tener una respuesta sexual normal, el desarrollo de nuestra habilidad de percepción puede mejorar muchisimo nuestra capacidad para el placer y nuestra sensación de satisfacción.

© Dolores Salinas 2004

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