Escuchar unas dulces palabras o unas palabras cargadas de
erotismo, sentir el placer de recrearse con la vista en el cuerpo de nuestro
compañero/a, disfrutar del sabor de la piel, del tacto del beso, de la textura
de un pliegue, de la longitud de una espalda, de los ángulos de unas manos, del
perfil de la cara, etc., son una fuente casi infinita de gratificación y de
placer que podemos potenciar e intensificar en la medida en que somos
conscientes de ello.
Nuestra vista ve y nosotros percibimos, el efecto que esa visión tiene sobre nosotros
es real y podría medirse en términos de reacción neuronal o de conducta, aunque
no seamos absolutamente conscientes de lo que hemos visto en toda su amplitud o
variedad de detalles. Es algo así como poder ver sin ser conscientes de que
hemos visto.
También sucede con el tacto, el oído, etc. En las relaciones
sexuales gratificantes, normalmente el efecto que tiene nuestra percepción es
placentera. Aunque no estemos con nuestra conciencia plenamente alerta, sin
embargo, percibimos y reaccionamos. Quizá estamos más atentos a unos estímulos
que a otros, sin embargo, parece que todos hacen su efecto en mayor o menor
medida, en tanto que seamos capaces de percibir y no bloqueemos la sensibilidad
o cualquier parte del proceso por cualquier motivo.
No obstante, la intensidad de la percepción y las
posibilidades que nos genera tomar mayor conciencia de nuestros sentidos, uno a
uno, potenciará infinitamente nuestra capacidad para el placer. No quiere esto
decir que tengamos que estar analizando todos los gestos y situaciones que se
produzcan, no. Se trata de aprender a "escuchar" a los sentidos,
aprender a dar importancia a lo que nos están trasmitiendo, que al fin y al
cabo son las vivencias en las que estamos inmersos.
Cuanto más consciente soy de lo que me dice alguien al oído
y más relajado estoy en ese momento, más intensamente podré vivir esa
situación, el significado de la frase, el tono en el que se me dice, el
contenido de la escena, etc. En esos momentos podré intensificar más mi
habilidad para desarrollar el placer, podré prolongar la situación. Se me
grabará con más detalle lo que está sucediendo. Cada segundo cobrará más
importancia. Por lo tanto, cada situación vivida tendrá un peso importantísimo,
no tendré la sensación de que las cosas y las experiencias pasan por mí casi
sin sentirlas, sino que yo pasaré por las cosas, recreándome, intensificándolas
y ampliando la gratificación.
Los sentidos son nuestra puerta al exterior, son el medio
por el que entramos en contacto con otros seres, son la fuente que alimenta
determinadas sensaciones, pensamientos y sentimientos. De los estímulos a los
que respondan mis sentidos, dependerá mi actitud hacia vivir determinadas
situaciones o rechazarlas. Dependerán también mis recuerdos, mi conducta
futura...
Estar atentos a lo que nuestros sentidos dejan pasar a
nuestro interior es tanto como integrarnos en la experiencia o permanecer fuera
de ella. Abrimos la puerta de par en par, la entornamos o la dejamos cerrada.
Cualquiera de estas actitudes en mayor o menor grado van a determinar nuestra
capacidad para vivir la realidad en su totalidad o parcialmente. Determinarán
también el grado de riqueza de nuestras experiencias, la limitación o amplitud
de las sensaciones que hemos sido capaces de explorar. Nuestra personalidad se
va a nutrir de esas experiencias. Aprendemos a través de ellas a controlar (no
reprimir) a atender a ciertos estímulos más que a otros, a reforzar ciertas
vivencias que han sido más placenteras, a buscar aquellas situaciones que nos
resultan más gratificantes.
Aprendemos a ser en la interacción con nuestro medio, por lo
tanto lo que dejemos que nos alcance a través de nuestros sentidos, tomando
plena conciencia de ello, pasará a formar parte de nuestra personalidad, de
nuestra capacidad para descubrir, discriminar, seleccionar, elegir, recrear,
proyectar, etc.
El entrenamiento de la conciencia alertada sobre los
sentidos nos traerá también sensaciones desagradables, dolorosas o incómodas.
Aprender a identificar estas sensaciones también ayuda a discriminar, a dar
significado a las situaciones, a conocernos a nosotros mismos, saber lo que no
nos gusta. La libre elección de lo que deseamos y lo que nos satisface no se
puede hacer correctamente si no es con un nivel de conocimiento amplio sobre
nuestras necesidades, nuestras preferencias y gustos. Para tener este
conocimiento hay que saber cómo trabajan los sentidos, como funcionan en
nuestra interacción con el entorno, como se relacionan entre sí, y hay que
vivir las situaciones con plena conciencia de qué sucede en cada momento.
© Dolores Salinas 2004
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