Escuchar unas dulces palabras o unas palabras cargadas de
erotismo, sentir el placer de recrearse con la vista en el cuerpo de nuestro
compañero/a, disfrutar del sabor de la piel, del tacto del beso, de la textura
de un pliegue, de la longitud de una espalda, de los ángulos de unas manos, del
perfil de la cara, etc., son una fuente casi infinita de gratificación y de
placer que podemos potenciar e intensificar en la medida en que somos
conscientes de ello.
Nuestra vista ve y nosotros percibimos, el efecto que esa visión tiene sobre nosotros
es real y podría medirse en términos de reacción neuronal o de conducta, aunque
no seamos absolutamente conscientes de lo que hemos visto en toda su amplitud o
variedad de detalles. Es algo así como poder ver sin ser conscientes de que
hemos visto.